Arquitecto y líder comunitario.
“Fue con mi llegada a la prepa que se abrían las actividades especiales para los alumnos cuando conocí a Carlos Halpert y su banda de Anajnu que nos daban clases de Rikudim; ésta no era una clase común, eran amigos que venían a compartirnos su compañerismo, su pasión por la danza y la música israelí, la experimentación con la coreografía y el vestuario. Las nuevas expresiones en escena los movía, tenían un brillo especial en los ojos y Carlos un carisma arrollador, volaban, soñaban. Era la época en que empezaba Anajnu Veatem. Esos años de la prepa yo bailaba y a veces estudiaba, los admiraba y acompañaba en su pasión que se complementaba y entrelazaba con mis ideales Sionistas. Fue cuando regresé de mi Hajshara en Israel que decidí migrar de la tnua a Anajnu Veatem. Participé un tiempo corto con los últimos protagonistas de la primera generación; gente intensa, llena de ideales, un grupo de amigos apasionados que compartían la búsqueda por trascender a través de la danza Israelí. Un sueño; ese era el nacimiento formal del hoy gran movimiento dancístico de la Comunidad Judía de México. Cuando entré a Anajnu Veatem ya era un grupo consolidado y maduro, teníamos funciones y giras, vivíamos intensamente cada momento; son innumerables las experiencias y vivencias… Poco a poco me fui convirtiendo con los años en veterano, para 1984 ya era muy cercano a Carlos. La partida de Carlos fue un golpe que nos sacudió a todos. El amigo, el líder, el artista, el padre del movimiento de la danza judía en México nos dejaba solos… un dolor compartido desde lo más profundo. Unos días antes de su muerte, Carlos me pide frente al grupo que lo apoye en la dirección, nunca nos imaginamos que unos días después no iba a estar con nosotros. Había todo tipo de opiniones, desde los que querían que se cerrara el grupo porque “Anajnu Veatem era Carlos Halpert” y muchos otros que preferíamos el camino de seguir adelante. ¿Pero cómo seguir adelante cuando Carlos hacía todo? No había ninguno de los que quedamos que tuviera la suma de sus talentos y capacidades. Decidimos rescatar el trabajo, rescatar la memoria, homenajear a Carlos y salvar al grupo en lugar de desaparecer. Nos dividimos todo y generamos una dirección colectiva en la cual cada uno se quedaba con una parte. Aunque en ese momento lo único que éramos era buenos amigos, bailarines, compartíamos ideales y una terrible pérdida. Esa, sin duda, era una generación entrañable, la generación de la pérdida, una generación que aprendimos a sobrevivir teniendo muy claro el amor al grupo, a nuestra historia, al legado de Carlos, al amigo…. Fue varios años después que los bailarines de antes logramos poner a salvo al grupo, capacitarnos y empezamos con más retos, ahora artísticos, nunca sin perder la mística, lo íntimo que se había convertido participar del grupo, el gozo de crear lo que se nos ocurriera, sin límites. Con una fuerza que nos había proporcionado el compromiso y la pérdida…. Logramos madurez y excelencia y había que encontrar los eslabones de continuidad. Compartimos la creatividad escénica con la creatividad en la estructura del grupo para garantizar su permanencia, siempre juntos, en una estructura-familia muy comunitaria, muy horizontal. Con respeto, compromiso y pensando no solo en nosotros sino en las generaciones que vendrán. Son 50 años intensos, con frutos y compromiso a futuro. Somos una familia llena de matices con resultados sin igual.”
Roberto Salomon
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